lunes, 28 de noviembre de 2011

Golden Gate Mambo


Los Golden Gate Mambo habían terminado la prueba de sonido. Esa noche debutaban en España, en el IX Festival de Música Diversa, organizado por la asociación cultural de un pueblo de la sierra madrileña.
Charlie Ramírez y Eddie Sicilia subieron a un cerro próximo al pequeño campo de fútbol donde iban a actuar para fumar un joint disfrutando del anochecer.
¿Has visto, Charlie? Allí, a la derecha: una cruz enorme. Debe ser una catedral o un sitio de esos donde se hacen milagros.
Charlie interrumpió la calada que estaba dando y se quedo mirando a su amigo con cara de incredulidad y asombro: Eddie era tan buen trompetista como corto de entendederas.
¿Qué coño dices, man? ¿De dónde sacas eso de los milagros?
Mi madre es católica. Siempre habla de los miles de enfermos que se curan en Fátima o Lourdes.
No me digas que crees las fantasías de tu mama. Como todos los gringos no tienes ni idea de qué pasa en Europa. Y menos en este país.
Aunque te apellides Ramírez eres tan gringo como yo y también es la primera vez que sales de los Estados Unidos.
¿Te acuerdas de mi abuelo Richard?
Eddie asintió.
Vino a España en 1937, con la Brigada Lincoln, a luchar contra los fascistas de Franco. Le pegaron un tiro cerca de Madrid y volvió herido a California. Cuando Franco ganó la guerra dos amigos suyos españoles se exiliaron en Frisco, él les ayudó a encontrar trabajo y rehacer su vida. Por eso siempre estuvo enterado de lo que sucedía aquí, me contaba historias todas las noches. Esa cruz la construyeron prisioneros de guerra como si fueran esclavos, muchos murieron en las obras. Es un macabro monumento de la megalomanía del dictador. Lo peor es que ese asesino y otros dirigentes fascistas están todavía enterrados allí. Al abuelo Richard le hubiera encantado verla derrumbarse.
Permanecieron un momento en silencio, cada uno absorto en sus pensamientos, con la vista clavada en la cruz.
Y a mí también –concluyó Charlie.
En ese instante una nube de polvo y fuego brillo en la base de la cruz, el estruendo de una fuerte detonación les hizo dar un respingo.
Charlie y Eddie observaron boquiabiertos como, despacio, a cámara lenta, la Cruz de los Caídos se derrumbaba.
Ahora los dos pensaban en milagros.

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