lunes, 7 de febrero de 2011

Pues que te excomulgue

–¿Cómo que qué haces? Me parece que mis órdenes son claras: a excepción del personal médico del hospital, nadie puede entrar en esa habitación hasta que podamos interrogar al cura…
»Por supuesto que tampoco el Obispo. Nadie, dije nadie…
»Pues que te excomulgue, me da igual. Mira, Martínez, un día vas a acabar con mi paciencia y te voy a meter un paquete que te vas a enterar. Luego te vas todos los días a comulgar, a ver si a fin de mes te paga el Obispo el sueldo…
»Me tienes hasta los huevos, Martínez. Entonces te quedas tú también en la habitación, bien pegadito a las faldas de tu querido Obispo, y si consigue hablar con el herido quiero una trascripción exacta y exhaustiva de todo lo que digan. ¿Me has entendido bien?…
»Más te vale, porque es tu última oportunidad de permanecer en el cuerpo. De todas formas voy para allá ahora mismo.
El Inspector Carretero colgó el teléfono, cogió el sombrero y la gabardina y salió de la comisaría casi corriendo.

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