lunes, 7 de febrero de 2011

La invitación

Era el clásico bar anodino de barrio, en una calle poco transitada, todo formica y fluorescentes, que servía comidas caseras en media docena de mesas con mantel de papel para los currantes de los alrededores.
Cuando Waldo acababa su tercera caña el camarero le puso otra delante.
–Le invita aquel señor de la esquina.
Al mirar en la dirección que le indicaba el de la barra se encontró con la mirada y el bigote del tipo de gris. ¿Era pura casualidad o le había seguido? Pensó en salir corriendo de aquel bar y de aquella historia, pero se acercó a él.
–Se podía haber ahorrado la invitación, lo único que quiero es olvidarme cuanto antes de usted, sus amigos y la pesadilla de hace un rato.
–Me temo que eso no es posible: usted es el centro de ella.
El camarero no dejaba de observarles. El gris apuró su whisky antes de continuar.
–Le debo una explicación pero éste no es el mejor lugar para hacerlo. ¿Por qué no nos vamos?
Salieron del bar. Waldo aguantó dos calles solitarias caminando en silencio al lado del gris antes de perder la paciencia. Se paró y le agarró del brazo con toda la fuerza de sus nervios alterados.
–Ya estamos solos: empiece a desembuchar.
–Tengo un coche aquí a la vuelta, iremos a mi casa y hablaremos tranquilos.
–En su casa estaré mucho menos tranquilo que aquí. Empiece de una vez a contarme lo qué sea. ¿De qué coño soy yo el centro? 
–Es una historia larga y complicada.
–Resúmala y decidiré si quiero los detalles o prefiero perderle de vista definitivamente.
–Verá: usted ha estado haciendo preguntas extrañas por ahí, metiendo las narices en asuntos que no son de su incumbencia.
–Me documento para escribir una novela.      ¿Y qué?
–Una novela demasiado fantástica… o demasiado realista, según se mire.
Un coche negro aterrizó justo a su lado con un frenazo que dejó marcas de goma en el asfalto. Ya antes de que el vehículo se detuviera del todo dos hombres saltaron de él y, encañonando a Waldo y a su acompañante, les obligaron a meterse dentro. El coche arrancó a toda velocidad jodiendo otro poco los neumáticos.

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