sábado, 11 de diciembre de 2010

Tenemos un problema


Hemos ido demasiado lejos. El Vaticano no es el Chicago de los años treinta y nosotros llevamos sotanas, no trajes a rayas. Me da arcadas saberme mezclado con esos locos fanáticos de la Congre­gación, es necesario detenerlos. Hay que descubrir dónde se han llevado a las dos monjas, no podemos consentir más asesinatos. Cada vez tenemos más sangre en las manos y, lo que es peor, sangre de nuestros hermanos.
Nosotros no hemos matado a nadie. Y hemos hecho todo lo posible por evitar esta cadena de muertes: protegimos a la hermana Clara, lo mismo que intentamos con ese periodista indiscreto. Y lo pagamos caro. En el caso del comandante, su mujer y Valais no podíamos prever que el Inquisidor llegara a ese extremo.
Ahora nuestro problema es cómo acabar con la Congregación sin que salga a relucir nuestra complicidad en el asesinato de aquel estúpido que nunca debió llegar a ser Papa.
Ese fue nuestro gran error: debimos encontrar la forma de mantenerle callado sin consentir que le eliminaran.
Era imposible. Cuando se entero de las trans­fe­rencias falsas a Sudamérica quería seguir tirando del hilo, me lo dijo personalmente. Habría descubierto también el resto de las operaciones y nadie podía evitar que nos denunciara, los documentos estaban en su caja fuerte, era sólo cuestión de tiempo.
No sirve de nada darle vueltas a lo que ya no tiene remedio, seamos pragmáticos. Después de la voladura de la Cruz, la Congregación ha tenido que establecer su cuartel general en otro lugar y es muy posible que tengan allí a las monjas.
Eso suponiendo que no hayan acabado ya con ellas. Y, si de verdad queremos ser pragmá­ticos, no podemos olvidar que la hermana Clara es un peligro también para nosotros. Quizás es mejor dejar las cosas como están, les recuerdo que al intentar evitar el asesinato del periodista lo único que conseguimos fue más muertes y despertar sospechas en la policía. Aunque sepamos donde están las monjas, la Congregación no nos las entregará así, por las buenas. ¿Qué haremos?, ¿liarnos otra vez a tiros?
Podemos negociar con el Inquisidor.
Ese hombre está completamente loco, nadie puede apartarle de sus planes.

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