sábado, 11 de diciembre de 2010

El protagonista


No sea usted ingenuo: creer que el Papa gobierna realmente la Iglesia es como pensar que el actor protagonista de una película es quien la ha escrito y dirigido. Eso sólo ocurre en contadas ocasiones, normalmente el director elige a los actores según su capacidad para hacer lo que quiere que hagan, pero él ni aparece en la cinta o lo hace fugazmente como Hitchcock. Si se elige a sí mismo como protagonista es porque cree ser el más idóneo para el papel. Pero eso es todavía más improbable, prácticamente imposible, en el Vaticano, donde la intriga y el secretismo son la sustancia misma de su estructura.
Entiéndame: no considero irrelevante quien será el sucesor del Papa asesinado, pero es sólo un indicio, quizás un dato fundamental, para saber lo que realmente importa: quién mueve los hilos en la sombra y qué intereses defiende.
Siguiendo esta línea argumental, si el difunto Papa era un obstáculo para los intereses de alguien, la idea de un complot dentro del Vaticano no se puede desechar. Sobre todo cuando la versión oficial de un atentado fundamentalista islámico resulta tan poco convincente.

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