lunes, 28 de noviembre de 2011

Seis minutos


Ha llegado el momento. Nos vamos.
Abdulla no había vuelto a ver a Ibn Al-Tayyibun desde que, tres días antes, le habló en el patio.
Os esperaba ayer. Ya pensaba que habíais abandonado.
Un pequeño problema de logística. Pero ya está resuelto y todo controlado. Vamos: sólo tenemos seis minutos para llegar al patio. Toma, puedes necesitarlo.
Abdulla cogió el revólver que Ibn Al-Tayyibun le ofrecía. Él llevaba una automática, y un compinche mantenía otra en la nuca del funcionario al que habían obligado a abrir la celda. Otros dos tipos portaban sendos machetes bien afilados, uno de ellos manchado de sangre. Los disparos no debían sonar todavía y las armas blancas son silenciosas.
Nueve presos con tres rehenes llegaron a la puerta que daba al patio, dejando en los pasillos cuatro degollados. Pero ninguna alarma había sonado. Ibn Al-Tayyibun hizo un gesto para que el grupo se detuviera.
Tenemos que esperar. Faltan 30 segundos.
Se empezó a oír ruido de motores acercándose. Cuando pasaron los 30 segundos, sonaron detona­ciones y explosiones: un helicóptero apareció por el oeste vomitando fuego sistemáticamente sobre las garitas de vigilancia. Otro llegó desde el norte y descendió sobre el patio de la cárcel.

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