–La hermana Lucia es una santa, la elegida de Nuestra Señora. Su fe es inquebrantable y no necesita el trabajo físico para fortalecerla. ¿Cómo ha podido dejarse llevar por la soberbia hasta compararse con ella?
La novicia movió los labios para responder pero la Madre Superiora la cortó tajante.
-Cállese. Mis informes son exactos. No añada el pecado de la mentira a los que ya ha cometido contra la humildad y la obediencia. Sólo espero que reciba el justo castigo con alegría y se lo ofrezca a la Virgen por el perdón de sus pecados. Hará voto de silencio absoluto desde este instante hasta el próximo 13 de mayo, también ayunará todos los viernes y trabajará dos horas más en el huerto durante un año.
Un brillo especial se adivinaba, tras los gruesos cristales, en los ojos de la Madre Superiora. Sus dedos repetían incansables un juego malabar con las cuentas del rosario. Mostró sus diminutos dientes amarillos para añadir:
–Aunque seguro que no lo usa, tiene un cilicio, ¿verdad? Comprobaremos que, en adelante, lo lleve bien apretado día y noche. La penitencia es el mejor método para mantener al diablo lejos de su alma. Y rece para que cuando le cuente esto a nuestro director espiritual sea benevolente.
No fue benevolente: fue práctico. Había que cortar el mal de raíz. Catalina fue trasladada a un convento español de clausura estricta.
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